contra las cuerdas

Infidels (no es un posteo sobre Bob Dylan)

Del otro lado del teléfono, el periodista-fan me trataba de describir el último disco de Bob Dylan, “Modern Times”. “Y tiene dos clásicos y blah, blah, blah”. Todo venía bien hasta que el periodista, como todo fan, empezó a entusiasmarse con el tema en cuestión (Dylan) y no sé por qué ni en qué parte de la conversación nombró el disco “Infidels”. “Ay, Infidels, qué bueno, hace tanto que no escucho ese disco”, le dije, tratando de disimular que no recordaba el año exacto de edición. Ni siquiera me acordaba dónde carajos lo tenía guardado, ni la lista completa de temas… pero lo dejé ahí. La verdad, no quería quedar mal con el periodista-fan, que sabe todo, pero todo sobre Dylan.
Igual, no hay nada peor que nombrarme un disco que hace años que no escucho pero tengo el recuerdo de que me había encantado, así que esa noche mismo me lo puse a buscar. Mi discografía de Dylan es una verdadera vergüenza: está desparramada en vinilos, casetes y unos pocos CDs. Para colmo, hace meses que la bandeja y la casetera del equipo no funcionan… así que la mitad de esa discografía está clausurada. Unas semanas atrás me dio un antojo de repasar “Oh Mercy” (por un tema que pasaron en Mal Elemento) y lo terminé escuchando, tristemente, en el grabador de periodista.
El tema es que yo no soy fan de Dylan. Nunca fui. Ni siquiera tratando de crear varias categorías de fan podría encasillarme en una. Escuché todos sus discos (que son muuuchos), leí una por una todas sus letras (que son laaargas). También leí pequeñas biografías y algunas entrevistas. Pero nunca sentí curiosidad por su discografía más allá de “lo oficial”, nunca leí una biografía grossa, nunca me compré ni videos, ni libros de fotos, ni nada que tuviera que ver con algún tipo de memorabilia. Nunca intenté contactarme con fans del tipo ni intercambiar data ni música. Jamás busqué anecdotario sobre las letras de sus canciones ni me puse a rastrear su “paisaje geográfico”. Por eso tampoco nunca escribí una “nota” sobre Dylan. A lo sumo habré hecho un par de comentarios de discos, y de puro caradura.
Pero cuando me agarran estos “ataques de Dylan”, y escucho al tipo obsesivamente, como estoy escuchando “Infidels” en estos días, cuando en realidad “debería” estar escuchando otras cosas, me persigue la pregunta de por qué nunca fui fan del viejo (más con la formación rockera “clasicista” que tengo), cómo es que nunca fui fan de este monstruo, de este tipo genial listo para ser adorado, más allá de la mala onda que puedan tirar Simon Reynolds y otros críticos que se esforzaron -con sus sólidos argumentos- para generar una corriente anti-Dylan, anti-canción de protesta, etc.

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La respuesta es algo que apenas puedo digerir, y de escribir ni hablar. Cuando me veo en el espejo las dos arrugas que se me marcaron en el entrecejo, pienso en Dylan. Cuando me reprochan mi actitud continuamente quejosa, crítica, inconformista, pienso en Dylan. Pienso que si jamás hubiese escuchado “The Times They Are…”, “Bringing It All Back Home”, “Highway 61”… la vida habría sido mucho más fácil, más feliz. Si no hubiese creído en la letra de “Maggie’s Farm” mi vida laboral habría sido una fiesta, y si no hubiese andado en la secundaria con un librito de letras de Dylan como un predicador habría sido una alumna ejemplar y querida. Absolutamente todo hubiese sido menos conflictivo, desde la relación con mi familia hasta con mis amigos, mis novios y mis jefes.
Claro que esto se podría cargar en la cuenta de muchos otros músicos, escritores, directores de cine… pero por alguna razón yo apunto a Dylan antes que a ningún otro en este sentido, y pienso que es imposible experimentar la obra del tipo sin pasar por una serie de cambios que, en mi caso, deben ser la mayor elección que hice en mi vida.
El problema es que es imposible, también, en determinados momentos, no estar encabronado con esta elección y, por ende, con Dylan. Así yo me perdí el primer (y único) recital que dio Dylan en la Argentina. Fui, pero me lo perdí, no me acuerdo de nada, salvo la cara de amargura del tipo, su falta de empatía con la gente y que no levantó la mirada ni un minuto ni dijo una palabra. Fue el show más triste que vi en mi vida. Entonces yo quería divertirme, andar rápido, gastar, no quería que nadie viniera a refregarme a Mr. Jones… Es curioso que conserve la entrada: “Super pullman B- Fila 2- Asiento 25. Estadio Obras. Agosto 10, 1991. Sábado – 22.00 hrs.”. Hacía un frío tremendo, de eso sí me acuerdo. Y a la salida me estuve congelando en la estación Nuñez, mientras una mina en silla de ruedas y su amigo me comentaban que Grinbank los había dejado pasar no sé a dónde y habían podido hablar un rato con Dylan. “Qué cosa tan poco interesante”, pensé.
Siete años después, a pesar de todo, cuando Dylan volvió a Buenos Aires para aparecer en dos shows de los Stones, yo estaba ahí, ya agotada del corito de “Brown Sugar” de los tres recitales anteriores, sí, pero convencida de que tenía que estar ahí (estafa de Grinbank incluida) para ver en vivo, en directo y todos juntos a los tipos que me habían cambiado, bendecido y arruinado la vida. Pero había todavía una motivación mejor: a Dylan no le iba a quedar otra que ponerle un poco de onda, levantar la barbilla y reírse. Y fue así. Todo el estadio cantando el estribillo de “Like a Rolling Stone”, algunos sin saber de quién carajos era la canción, pero bué… fue un momento fabuloso… ¡Un momento feliz con Dylan! Si hasta compré la revista Gente para “guardar” esa sonrisa… Eso sí, está en los “archivos” de los Rolling Stones, porque yo archivos de Dylan no tengo.

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Finalmente “Infidels” fue bajado de Internet, después de descubrir que solamente lo tenía en vinilo, otro disco rayado y saltarín en la casa de mis viejos. “Modern Times” también fue bajado de Internet, después de leer que Dylan aseguró que no importa que se bajen las canciones gratis de la red “total no valen nada”. ¡Qué amargo el viejo, por Dios! Ahora resulta que sus canciones no valen nada. Yo digo que “Workingman's Blues #2”, al menos, debe valer el precio de una pila y media del MP3 y bastantes horas de mi tiempo porque la vengo escuchando hace días. Y sobre “Infidels”… bueno, creo que hasta vale haber leído algunas (una…) de las tantas columnas que Fresán escribió sobre Dylan, y con eso está todo dicho!!! Mientras escucho “Jokerman” no puedo parar de pensar qué bueno que era Dylan antes de que Fresán nos agotara con su interminable seguidilla de notas y loas a las genialidades de Bob (lo mismo que hizo con Lou Reed y otros de los que no me he enterado, porque no leo el Radar).
El viernes salí a caminar con “Infidels” y no sé si fue una buena idea. Colgada como estaba del disco habré caminado más de 60 cuadras sin darme cuenta. Pasé por algunos lugares que me trajeron malos recuerdos, pero al lado de las dosis de pesimismo, testarudez y sarcasmo de Dylan me parecieron casi un chiste. Una plaza en Bv. Oroño que antes me hacía llorar, esta vez no se mereció más que una puteada. Y ojalá que el árbol que está ahí se caiga, viejo y seco, como todas las mentiras que me contaron en el banco de cemento que está abajo. De golpe me di cuenta de que ya andaba por la zona sur de Rosario, me había perdido. Entré a un bar que parecía bastante elegante, sobre todo a la hora del happy hour, me senté en la barra con un jean roto y una remera transpirada, pedí un agua mineral, y me quedé ahí un rato, bajo la mirada de reojo de algunos que estaban ahí. Pero escuchando “Neighborhood Bully” y “License To Kill”, que me miraran mal, me importó un carajo. A la vuelta, otras 60 cuadras, y ya me empezó a doler la cabeza y estaba extenuada. Para aguantar un semáforo me quedé mirando un kiosco de revistas, y ahí, entre todo ese quilombo de títulos y minas en bolas, me topé con una Mano con Dylan en la tapa. La agarré como para llevarla, en honor a la coincidencia, pero después la dejé ahí. ¿Para qué? Lo más probable es que no la leyera. O que buscara alguna data de “Infidels”, que en definitiva está en el disco mismo, o que bien le podría preguntar al periodista-fan. Entonces seguí caminando, con “Don't Fall Apart On Me Tonight” y el ceño fruncido.