All Things Must Pass (inventario musical de una mudanza)
-Biografías, ensayos, libros con letras de canciones, enciclopedias de rock que pesan kilos y uno ante la inevitable pregunta de si todo eso es necesario, si es necesario ahora, que cualquier data (y actualizada) está a un click de distancia. Tanto guardar, tanto guardar, como si las cosas en el rock cambiaran tan rápido que uno no alcanzara a registrar bien el pasado. Miro el Live 8 y no hay nada que hacer: los problemas en Africa siguen siendo los mismos, y el gran espectáculo del rock-pop mainstream también… ¿Yo estoy soñando o estoy viendo a A-HA, a Duran Duran, a Bon Jovi, a Sting, a Madonna, a U2, a Annie Lennox, a Pink Floyd? ¿Estoy viendo el chancho rosa de Pink Floyd? Menos mal que está Robbie Williams… Creo que Robbie no figura en ninguno de los libros que tengo que acarrear mañana.
-Hay cosas peores: Pilas y pilas de Rollings americanas de los años 80 y 90, Pelos y Rock & Pops, Expresos Imaginarios aislados, Inrockuptibles y Spines, y algunas bolsas con revistas inglesas, españolas y alemanas. Durante cuántos años me habré propuesto armar ficheros o algún tipo de archivo para que eso tenga alguna utilidad. Guardarlas por fecha y número jamás sirvió para nada. Pegarles una hojeada de vez en cuando puede resultar la aventura más reveladora o la más frustrante del mundo. Recortar y pegar artículos seleccionados es armar otro archivo paralelo inútil… Pero yo no puedo tirarlas. Las dejo en casas ajenas, las escondo en la parte más recóndita de los placares, ni me importa ya si se doblan o se rompen. Guardarlas es una forma velada de no admitir que realmente ya no sirven para nada: lo que leí en esas revistas está en mí hace muchos años, está en algunos de los discos que más amo, está en cada uno de mis putos prejuicios, está en la pasión con que defiendo a algunos músicos, y en el completo desinterés que me generan otros.
-Los diarios son una carga más pesada: quisiera guardar solamente los comentarios de discos y recitales que hice que en su momento me gustaron. Y algunas entrevistas en inglés que disfruté muchísimo. Al resto lo mandaría de paseo (con todos sus recuerdos) sin el menor remordimiento: mis notas a la mierda de Charly García, al imbécil de Fito Páez, al forro de Ricardo Mollo, al nazi de Iorio, al pedante de Daffunchio, al versero de Dárgelos, al invento de Bochatón, a la estrellita de barrio de Andrés Ciro, al aburrimiento de Skay Beilinson… Tranquilamente Tom Wolfe podría decirme lo mismo que alguna vez le disparó a Walter Lippmann: “No hiciste otra cosa que tragarte todas las mentiras oficiales y escupirlas en la frente de tus lectores”. En realidad, “cualquiera” le podría decir eso a “cualquier” periodista.
-Una caja enorme, que tuvo su reinado en un gran placard durante más de una década, fue sacrificada sin muchas vueltas a la basura: carpetas y carpetas de correspondencia con coleccionistas de David Bowie a quienes jamás conocí personalmente, fotocopias de reportajes a los músicos más diversos que (creo) nunca leí, y un carpetón de hojas amarillentas, con mi perfecta caligrafía de los años 80, cuando con una amiga nos dedicábamos a “desgrabar” los videos con la historia de los Beatles y los transcribíamos sin salirnos del renglón. Ahora esa historia ya la sé de memoria, mi amiga se fue a vivir a España (de donde me sigue mandando “recortes” de Paul McCartney), y yo ya ni siquiera guardo recortes de los Rolling Stones.
-Lo único que se salvó de esa caja fue (seguro que por el “profético” título) el librelo de Pablo Schteingart intitulado “No pensará Usted lo mismo cuando tengamos diez años más”. Nunca leí esa “novela” ni la voy a leer. Pero la guardo por el recuerdo de algunas cosas que escribía Schteingart en la Revolver. Y también por el recuerdo de que en la Argentina hubo alguna vez revistas de rock que nos gustaban… Nunca sabré si las revistas de rock que se editan ahora son tan malas como la mayoría de la gente de mi generación dice o si a la gente de mi generación simplemente les dejaron de gustar/sorprender/informar/incentivar las revistas de rock en general.
-Una montaña de TDKs oxidados, con las prolijas listas de temas escritas a mano por pacientes amigos y viejos compinches musicales (algunos desaparecidos); piratas y más piratas de temas perdidos, música superada por los formatos tecnológicos y por uno mismo, que la creía necesaria y ahora no tiene ni un minuto para escucharla. Todo fue a parar a la basura.
-Lo mismo pasó con un montón de demos de bandas horribles, copionas, insoportables. Estaba entre darles salida o dejarlos abandonados en una casa más grande. Como la culpa era exactamente la misma, opté por sacarlos a la calle.
-De los cassettes rescaté muy pocas cosas, que ni sé si se pueden escuchar: la última entrevista que le hice a Coleman, creo que en el 98, y una “entrevista” a Charly García que nunca se publicó, un monólogo (censurado) de más de una hora que García apenas podía articular mientras aspiraba cocaína a través de un rollo armado con la tapa de un diario. También guardé la banda de sonido de “Amadeus” y un TDK con el disco de Los Encargados. Y los puse así, uno al lado del otro, a la misma altura: Melero y Mozart.
-Fotos en Strawberry Fields, en The Hacienda, en el hospital donde nacieron Jagger y Richards, en la escuela primaria de Bowie, en el edificio donde estaba Apple, en la casa donde murió Brian Epstein, en calles de estudios de grabación, oficinas, pubs y otros reductos pisoteados del Londres de los años 60. También hay fotos de todo el camino hasta la tumba de Brian Jones. Hoy es otro 3 de julio, se cumplen 36 años de la muerte de Brian, y 34 de la de Jim Morrison. A nadie le importa un carajo, por supuesto… Creo que ya ni los “números redondos” dan para recordar a estos tipos.
-Cinco carpetas con todo tipo de material sobre las dos visitas de los Stones a la Argentina. Las hice y las guardé como si se tratara de la única, irrepetible y última vez. Resulta que ahora los Stones vuelven el año que viene…
-Los discos están ahí en cajas, como en ataúdes. Ahora se me viene la imagen de esas placas de bronce horribles de los cementerios, con grabados de crucecitas, angelitos o flores, que dicen: “Vivirás para siempre en nuestros corazones”. Y esa cursilería es la única verdad sobre los discos. Pienso que hasta podría no llevarlos, no arrastrarlos y acomodarlos de nuevo. Después de todo, esta es mi quinta mudanza en seis años… Pero cuando me acuerdo de que compré mi primer vinilo con una bolsa llena de monedas, y que el empleado de la disquería me lo dejó llevar aunque me faltaban tres monedas, me doy cuenta de cuánto me han costado (y no hablo solamente de plata)… Entonces los llevo, pacientemente… No son solamente “mis” discos. Soy yo.