contra las cuerdas

A nadie le importa nada

Hoy iba a postear la segunda parte del anuario, que ya está escrita, pero no… eso esperará. También quería hablar sobre un compilado. Pero tampoco puede ser. Hoy no.
No creo que se pueda escribir algo mínimamente ordenado, pensado o analizado desde la coyuntura total y menos desde la indignación absoluta. Pero hay algunos apuntes desordenados que quiero escribir hoy, con urgencia, sin importarme realmente como quedan.

-Hoy me levanto con la noticia del desastre: los muertos y los heridos en el recital de Callejeros en República de Cromagnon. Nunca fui a un recital de Callejeros pero siento que a todo eso lo he visto, lo he sufrido durante años. Qué rabia, qué vergüenza, qué impotencia. Lo dije muchas veces, lo escribí otras. Pero a nadie le importa nada.

-Recuerdo un recital de la Renga que fui a cubrir al estadio cubierto de NOB. Unos pibes tiraban bombas de estruendo desde la popular al campo, que estaba lleno de gente. La gente no despejó el lugar. Como en una ruleta rusa, solamente atinaban a zafar del estallido de la bomba abriéndose en círculo sobre el piso. Yo miraba desde un rincón, lo más lejos posible, y ni siquiera podía pensar sobre las causas y las consecuencias. Lo único que pensaba era: ¿Cuánto tiempo va a durar esto? ¿Cuánto más? Porque yo no quiero venir a un recital para ver cómo le explota a un tipo una bomba en plena cabeza. No quiero venir a ver cómo entran la pirotecnia y los barrabravas mientras a los periodistas en la entrada capaz que le registran “una birome” (objeto punzante). Yo escribí lo de las bombas en la crónica. Pero a nadie le importó nada.

-También me acordé de ese nefasto recital de los Redondos en River. Solamente mirando a los tipos de “seguridad de la banda” uno se daba cuenta que el quilombo iba a aparecer en cualquier momento. Me quedé porque estaba laburando, porque si no hubiese huido lo más rápido posible de toda esa mierda. Cuando llegué a Rosario escribí una crónica que reflejaba al recital como un fracaso, un desastre, el final más que claro de una época. Al otro día la tapa de Clarín tituló: “Fue una fiesta”. Y nombró en letra chiquita los “incidentes” (un muerto). Un tipo acuchillado es “un incidente”. Un recital interrumpido, violento y con las luces del estadio prendidas es “una fiesta”. Jamás la tapa de un diario me indignó tanto. Para colmo, a la vista de la tapa de Clarín, algunos me dijeron que mi comentario era “aguafiestas” y “mala onda”. A nadie le importó un carajo, como siempre.

-Alguien me preguntó en los comments anteriores por qué no había ningún disco “nacional” en la primera parte del anuario. La respuesta es sencilla y triste: ningún disco me conmovió, me sorprendió, me entretuvo, lo que sea. Claro que no escuché “toooooodo”. Nadie escucha todo. Pero de lo que escuché, ninguno me pareció estar por encima de otro.

-Pero eso no es lo importante. El gran trasfondo es que el 2004 fue un año de mierda para el rock nacional. Y ya van unos cuantos. Y la indignación se acumula. Y la impotencia también. Cuando se armó semejante quilombo en el festival de Cosquín, pensé que lo iban a suspender por un tiempo. Pero no, ahora hay dos Cosquín (DOS!!!). Dos para facturar más, más y más mientras los grupos repiten la misma rutina del Quilmes… ¿Cómo se puede aguantar tanta porquería junta? Pero a nadie le importa nada. En Cosquín seguro no va a haber puertas cerradas con candado y va a ser “una fiesta”.

-Hay cientos de boliches rockeros que abren, cierran y cambian de dueño. Tanto cambio para que todo siga igual, por supuesto. Pero a nadie le importa nada. Inspecciones, cometas, puteríos políticos y dueños que son capaces de matar por un peso más. Y grupos y managers de grupos qué ni les importa dónde tocan, porque “lo importante es tocar”, ¿viste? (y facturar). Acá hay un lugar que se llama El Sótano donde tocan muchas bandas. Yo fui una vez y nunca más. Ni me fijé si hay puerta de emergencia. Con la puerta de entrada me alcanza. Es un sótano con una puerta de morondanga y una escalera super-angosta. El primer comentario de mucha gente al entrar es: “Si esto se incendia morimos todos calcinados”. Pero bueno, a nadie le importa, y la gente sigue yendo. Y ese, tengo entendido, es uno de los lugares más “decentitos”, si cabe esa palabra. Ni me quiero imaginar cómo serán los otros.

-La tragedia de anoche puede ser el final de muchas mentiras y de muchas “falsas fiestas”. También el final de algunos estafadores mediáticos de cuarta. Pero ahora, con esta indignación acumulada, no puedo pensar en ningún cambio. No mientras siga con esa sensación de que a nadie le importa nada.

Anuario (I)

-Algunos discos que hicieron este 2004 más soportable:

-“WANT (TWO)” – RUFUS WAINWRIGHT. Si voy a esperar que me salga una palabra que pueda condensar todo lo que transmite Rufus Wainwright en “Art Teacher”, entonces me voy a quedar esperando for ever y este fucking anuario no va a salir nunca.
Me doy por vencida con este disco, y con todos los discos de Rufus Wainwright.
Como me di por vencida la primera vez que lo escuché en la banda de sonido de “Moulin Rouge”. “Es increíble lo que una voz puede hacer”, me dije, pero no era solamente la voz, esa voz de la que hablamos como un “instrumento”. Hay una voz interior en el tipo, una voz que
arrastra a Elton John, a Tim Buckley, a Nick Drake, a John Lennon, a Billy Joel, al cabarute más decadente, a las comedias musicales de Broadway, a las bandas de sonido y a todos los héroes del folk, tal cual son sus padres biológicos. Rufus Wainwright es uno de los pocos músicos que no resume sus influencias, sino que las expande.
Su música no está hecha de retazos. Su música es él. Por eso su ambigüedad sexual
se traduce tan naturalmente en sus canciones. En “Want (Two)” hay canciones hombre y canciones mujer. Y también hay una necesidad de expresar que es más grande que la música misma. Acá es todo así, desbordante. Rufus Wainwright no conoce el tono menor, en absoluto. Por eso este disco es incluso más barroco que “Want (One)” y hasta hay una canción que se llama “Gay Messiah”. Cuando escucho a Rufus Wainwright tengo la feliz sensación de que el pasado está justificado, de que el futuro es incierto pero que va a ser mejor, y de que siempre va a haber un presente brillante para escuchar estas canciones.


-“FROM A BASEMENT ON THE HILL” – ELLIOTT SMITH. (advertencia: críticas explícitas). Yo no sé cómo fue el día en que murió Nick Drake, o el día en que murió Tim Buckley. Tampoco recuerdo bien lo de Jeff. Pero sí sé perfectamente bien cómo fue el día en que murió Elliott Smith. Yo estaba en el diario, revisando unos cables, y ahí apareció: “DECESO: El músico norteamericano…”. En el diario saben que yo odio revisar cables por ese motivo. Por si algún músico que quiero se fue para el otro lado. Antes solía soñar que veía el cable con la sobredosis de Shaun Ryder. Pero nunca pensé en Elliott Smith, a pesar de su depresión crónica y todas las pistas… Me paralicé. Me fui a la disquería de enfrente a contárselo a un amigo. “No sabés lo que pasó, se suicidó Elliott Smith…”. “Che, ¿lo damos al muerto este, es importante?”, se preguntaban en la sección. “Sí”, dije yo, disimulando lo triste que estaba. “Elliott Smith era un tipo grosso”. Yo sabía que la noticia no tenía otro destino que “una breve sin foto”. Pero igual hinché las pelotas para que saliera. Al otro día no la vi en ningún lado. Yo esperaba que sacaran algo más, pero no. Apenas unas líneas en los diarios, y después las revistas no le dieron ni pelota… Elliott Smith era un songwriter perdido. Nunca estuvo realmente de moda, ni hippeado. Era un compositor de grandes canciones, nada más. Elliott Smith no era una figura pública ni un marketinero de la muerte. Elliott Smith no era Pity Alvarez. Ese idiota nos va a terminar de enterrar a todos con esos lloriqueos por sus adicciones. Y los desafortunados que lo sobrevivan leerán páginas y páginas sobre “lo maravilloso que era su hip hop Una vela”. No es la prensa, ni la industria, ni los sellos discográficos. Es este mundo mediocrizante de mierda… Elliott Smith nos dejó este disco (pero él está muerto). Es un disco donde es imposible “pasar por alto” un tema. No son 15 canciones, son 15 “momentos”, y hay que vivir cada uno para pasar al otro. Son apenas unos minutos que ni quiero pensar cuántas horas, cuánto tiempo de vida le habrán llevado al tipo. Es un disco póstumo armado por sus familiares, nada sofisticado. Y ojalá haya más discos como éste, más canciones guardadas en la vida de Elliott Smith (pero él está muerto).


-“TO THE 5 BOROUGHS” – BEASTIE BOYS. En principio debería decir toda la bronca que me causó que este disco fuera ninguneado en la Argentina. Porque hay muchas formas de ningunear un disco, por más estrellas que se le pongan: comentarios desapasionados, indiferentes o demasiado “formulísticos”; ignorarlo en las listas del 2004 (listas de medios, periodistas, críticos, bloggers, comentadores, amigos, lo que venga), y algunos palos “indirectos” que le tiraron por ahí. “To The 5 Buroughs” es mucho más que un disco “old school”, de vuelta a las raíces o de homenaje. En una época donde el hip hop amenaza con convertirse en la más insulsa banda de sonido de los rankings y de todo ese circo de premios que se entregan en Estados Unidos, “To The 5…” es un disco esencial, un llamado, una alerta, una gran sentada de principios sin discursos ni venganzas. Lo mejor es verlos a los Beastie Boys en su regreso, muchas veces mezclados en ese mismo circo de los premios, con esos overalls que ya no tienen nada de ridículos… Es que los Beastie Boys están laburando, están cantando “It Takes Time To Build”. Y ellos hace mucho tiempo que están construyendo.


-“THE DELIVERY MAN” – ELVIS COSTELLO & THE IMPOSTERS. Yo nunca me llevé bien con Elvis Costello. Siempre me dio la sensación de que el tipo, a pesar de su enorme talento, tiene la mitad del cerebro, el corazón y el resto del cuerpo guardados en un freezer. Pero cuando se corre de ahí, cuando algo o alguien lo descongela, es irresistible. Y eso es lo que pasa en este disco. También creo que Elvis Costello no puede hacer nada “sin pensarla”. Pero en este disco no la piensa (o al menos lo disimula muy bien). Estoy convencida de que cuando Costello se olvida de lo inteligente que es para componer canciones pop inmortales, se acuerda de que es el más mortal de los rockeros. Tan convencida como de que cuando uno busca un “disco del año” no está buscando nada más que un puñado de canciones como “Either Side Of The Same Town”, “Bedlam”, “The Delivey Man”, “Nothing Clings Like Ivy”, “The Name Of This Thing Is Not Love” o “The Judgement”. Y esas canciones están en este disco.


-“A GHOST IS BORN” – WILCO. Presiento que Wilco representa hoy lo que alguna vez representó REM: esa banda de rock del interior norteamericano, conocedora de la tradición, con ganas y capacidad para subvertirla y dejar su sello, y con una sensibilidad especial para expresar sentimientos, tensiones y todo tipo de frustraciones comunes a su entorno. Ya se sabe que este “sueño”, así como lo conocemos, se desvanece tarde o temprano. Por eso creo que “A Ghost Is Born”, tal vez más que ningún otro álbum del 2004, fue el gran disco para disfrutar aquí y ahora, sin nostalgias ni amargos reproches.


-“YOU ARE THE QUARRY” - MORRISSEY. Ya escribí sobre este disco y demás está decir que a esta altura dejé de escucharlo. Y siempre va a ser así... Morrissey vuelve de vez en cuando como un amante que te va a contar siempre las mismas mentiras, que seguro ya no hace el amor como antes, pero cualquiera lo dejaría pasar sin que ni siquiera se haya acordado de traer una flor por esa vieja voz, esa vieja intensidad y esas viejas melodías que en realidad son el recuerdo de otro amante… pero no importa. El volvió este año, y tocó la puerta de tu casa, y alrededor no había nadie ni siquiera un poquito parecido… Y bué.


-“HOT FUSS” – THE KILLERS. Yo sabía que el retro algún día iba dar con lo que realmente se merecía: una banda grasa, desbordada, sin rebusques ni pretensiones. Una banda que se animara a revolcar bien la jeta en el barro del pasado sin preocuparse por el presente. Ese precepto tan retro de que “menos es más” les chupa un huevo a los Killers, un grupo tan grasuliento que sólo podría venir de Las Vegas. Nada de divorciar guitarrazos de sintetizadores. ¡Todo junto! Todo junto: lluvia de teclados, dramatismo, ritmo, sensualidad, glam, new romantic, dark, post-punk y ochentas, muchos ochentas, todos los ochentas que puedan caber en canciones ampulosas, brillosas (no brillantes), estremecedoras y perfectamente olvidables como “Mr. Brightside”, “Smile Like You Mean It” y “All These Things That I’ve Done”. Estos Duranies sin imagen y sin estilo (pero con un cantante que sabe cantar) son lo que el retro siempre tendría que haber sido: un género clase B, despreciado y escondido, un viaje secreto a ese pasado que no vamos a terminar de descubrir nunca.


-“CONTRABAND” – VELVET REVOLVER. A veces el rock no es un salto al vacío, no es estrellarse contra la luna y salir ileso (como creo que dijo Brian Eno, que después lo repitió Bowie, que después lo repitió Melero, que después lo repitió Cerati, ¿o era Leo García? ¿O Dárgelos?). A veces el rock no es un ensayo de Greil Marcus, ni unas estadísticas de Simon Frith ni un texto de Simon Reynolds. A veces el rock es este camión recolector de basura, de podredumbre, de velocidad, de fracaso, de bronca, de querer irse a la mierda y volar el techo con un estúpido disco. Pero no va a pasar nada, claro, y todos van a terminar agradeciendo a sus esposas, madres e hijos.