contra las cuerdas

Que los cumplan II: 10 años de arrogancia

Definitely Maybe” fue el último disco que yo corrí a comprar a una disquería. Eso ya lo ubica en un lugar de privilegio en una discoteca, aunque después lo haya vendido o tirado. Ese sólo gesto vale todo el disco. “A una disquería”, ja. Qué viejo que suena eso. ¿Y “correr” por un disco? Imposible. Pero yo lo hice, lo hice porque quise y lo disfruté durante años, lo disfruté como una arrogante de mierda, con la compañía y la complicidad de todos los arrogantes de mierda que lo glorificaron, lo ningunearon o lo embarraron.

En el 94 había un sentimiento del tipo “sabemos lo que queremos y lo queremos ya”. O será que yo estaba tan harta de la telenovela de Manchester y del rock en general. Todo era un tremendo fracaso. ¿Cuánto tiempo más vamos a esperar el segundo disco de los Stone Roses? ¿Los hermanos Ryder se habrán muerto de una sobredosis? ¿Mark E. Smith se cagó un golpe borracho otra vez? La voz de Morrissey me estaba enfermando, siempre la misma canción, y para colmo Johnny Marr se había juntado con el nabo de Barnie… Estaba tan cansada de todas esas grabaciones inéditas de Joy Division. No se escucha una mierda, man. Basta de fracasos, de ruinas personales y materiales, estoy repodrida: el fracaso de Factory, el éxtasis adulterado. Me cago en la soga de Ian Curtis, en las muertes, los misterios y los mitos. Y para peor hace poco el otro se pegó un tiro. Basta. Quiero una banda ya, una banda que la rompa con un par de canciones y que no se vaya a la mierda a la primera de cambio…

Y acá está: Oasis. A pedir de boca. Y yo escuchando por primera vez “Definitely Maybe” y gritando, en silencio, como un hooligan, un barrabrava enloquecido y borracho: ¡¡Siiiiiiii, que salga el equipo a la cancha!! ¡¡Les vamos a romper el culo a todos!!! Miren a la banda, miren al equipo: es perfecto. Miren al cantante: He’s cute, cute, cute. El flequillo y los ojos azules. Y esa cara de “yo soy yo y todo me importa una mierda”. ¡¡¡Caguennnsé!!. ¿Y el hermano? He’s perfect too. En todas las fotos con la guitarrita. ¿Qué hace ese pibe, está todo el día tocando la guitarra? Y sí, qué otra cosa va a hacer. Y compone todas las canciones. Miren a los demás. Como en toda banda mancunian que se precie: El cantante, el laburante y guitar hero y los demás al casting. Mirá la ropa, el look de estos pibes: la remerita, la camisita, la camperita de lluvia que te ponés para ir a la escuela. ¿Y los lentecitos? ¿Y las scooters? Te los comprás con dos mangos, en cuotas, ya está. Mirá la moda!! Es perfecta. Mirá el arte de tapa: es el living de Paul Arthurs, de su casa en Manchester. No falta nada, es perfecto: los cigarrillos Benson & Hedges, el vino tinto, la foto de Burt Bacharach, la tele con “The Good, the Bad and the Ugly”, ¿y en los portarretratos? Rodney Marsh, el legendario goleador del Manchester City, y atrás, escondido, George Best, ex héroe del Manchester United. No falta nadie!!
Escuchá las canciones: son un gol de media cancha. Estas canciones se van a meter en todas partes, hasta tu vieja las va a conocer, van a salir en todos los diarios y revistas, van a llegar hasta cada puto rincón del mundo, van a invadir. ¡¡Las vamos a convertir en oro, les vamos a romper el culo a todos!!!

Es lo viejo convertido en nuevo. Qué habilidad! De taquito. Estirate un poco más ese estribillo, más, más, hasta que me maree. Ya está. Para la foto. Para la radio. Para la casa. Para mi pequeña felicidad. ¿Cuántos discos escucharon estos tipos, eh? ¿10 discos del rock inglés de los 60? Suficiente. ¿Qué más? ¿Todo T. Rex? 10 puntos. ¿Qué más? ¿Los Sex Pistols? Perfecto. ¿Qué más? Y bueno, los años 80, los Jesus and Mary Chain. ¿Qué más? ¿Estaban al lado del escenario cuando tocaban los Roses y los Mondays? ¿Se tomaron una cerveza con ellos? Cerrado. Chau. Una bomba. ¡Revenge! “Live Forever”, “Rock and Roll Star”, “Shakemaker”, “Cigarettes & Alcohol”, “Up In The Sky” y hasta la hinchapelotez de “Supersonic”. ¿Qué pasa? ¿Les gustaban más los hits de los Stones Roses y los Mondays? A mí también. Pero ya fue. ¿Qué culpa tengo yo de que ellos se hayan hecho mierda? ¿Por qué no vamos a estar contentos por “Definitely Maybe”? Es más, yo estoy feliz. Y se los voy a refregar en la cara a todos. ¡Qué arrogante de mierda! Les voy a refregar que “Columbia” me partió la cabeza. Todo ese hormigueo de guitarras in crescendo, guiado por una melodía que fluye, montado sobre un riff que no parece un riff (porque Noel Gallagher mete esos solos que nunca están solos, es imposible sacarlos de la canción, es increíble). Qué canción drogona, por drogona y por adictiva. Estas son las guitarras de los Jesus sin tortura ni melancolía. Drogona en la partuza, en la subida. “I can’t tell you the way I feel /because the way I feel is oh! so new to me”. ¿Quién metió esa letra? La reputa. “This is confusion/ am I confusing you?”. Sííí! ¿Y las otras letras? ¿Cómo no va a ser un golazo “Supersonic”, un tema que arranca diciendo “I need to be myself/ I can’t be no one else”? Oasis tenía esa pose tan altanera, tan pendenciera, pero después en las canciones aparecía esa actitud de “vení conmigo”, “estamos juntos” o “estoy esperando a alguien que me salve”. Esa contradicción era insuperablemente atractiva. “Maybe you’re the same as me/ We see things they’ll never see/ You and I are gonna live forever” (“Live Forever”). “Let me be the one that shines with you” (“Slide Away”). “How does it feel when you’re inside me?” (“Up In The Sky”). Por no hablar de que una sola línea, una sola línea, resumía todo el espíritu del disco y su época: el “You gotta make it happen!” de “Cigarettes & Alcohol” repetido una y mil veces.

¿Cómo iba a fallar? Las canciones invadieron. “Definitely Maybe” fue el disco debut más vendido en la historia de Inglaterra. Y muchos teníamos la sensación de que estábamos como en el Londres de los 60 pero en los 90: ese sentimiento de que todo era posible, pero posible acá y ahora, de que las cosas estaban pasando, de una puta vez por todas. Y qué arrogantes que éramos. ¿Y qué? Los 90 fueron la década de la arrogancia (y del tic de ver la arrogancia solamente en el ojo ajeno). La arrogancia de los arrogantes, de los humildes, de los apáticos, de los críticos, de los escépticos, de los tontos y los inteligentes. Y la Argentina… ni que necesitabas experimentar la arrogancia inglesa. Con la argentina alcanzaba y sobraba. Eso de ir a comprar discos ingleses como si nada. Encargarlos como si nada. Ir a ver recitales “internacionales” como si los tipos vivieran acá a la vuelta. Y los gansos que compraban muchos más discos de los que podían escuchar. ¿Quién nos iba a parar? Estábamos en el centro de todo, en un remolino. Y estaba esa efervescencia, esa inquietud… Las revistas. Había aparecido toda una camada de periodistas, críticos, escribidores de rock de distintas especies. Nuevos gurúes de la guía espiritual rockera. Ya en el 93, en la “Rock and Pop”, como una especie de guerrilla en una revista de rock masiva (que no por nada al poco tiempo desapareció), asomaban los nombres de gente que escribía distinto sobre gente distinta: Norberto Cambiasso, Pablo Schanton, Daniel Renne… Las firmas que a mediados de los 90 iban a crear su propia escuela en “Esculpiendo milagros”, “Revolver”, “Ruido”… verdaderos templos de la excelencia y la arrogancia en el rock escrito: prensa under en papel (muuuucho papel), con largos manifiestos, fotos y entrevistas a ignotos, sofisticados grupos ingleses ¡¡con viajes a cargo de los mismos periodistas!! ¿Y los dossiers sobre la escena hawaina enumerando tantos discos que nunca íbamos a escuchar? Pero no importaba, no importaba porque entonces pensábamos que TODO se iba a poder escuchar, que todo estaba ahí para nosotros, que con tragar dossiers y dossiers ya era prácticamente como tener los discos escuchados.
Qué arrogantes… Nadie había descubierto la pólvora, claro, pero cómo nos dimos el gusto de tirar fuegos artificiales. Y de todos los colores. Tanto que en una “Revolver”, Sharly, el líder de Los Demonios de Tasmania, decía sobre Oasis y “Definitely Maybe”: “Los nuevos Who, los nuevos Kinks, los nuevos Beatles. Creo que solamente pueden aspirar a ser la sombra de Juana La Loca. El CD no lo vendí porque un amigo me rompió la caja…”. Ay Sharly… Te juro que estoy buscando tu número de teléfono. Si no lo puedo llamar a Rodrigo Martín, para que después de media hora de galanterías baratas me diga que sí, que Oasis era una sombra de Juana La Loca. Qué arrogantes de mierda…
No eran lo únicos, claro. Cuando la Oasismanía explotó en el 95, con aires de masividad y cancha de fútbol, algunos empezaron a encontrarle a los Gallagher todos los defectos, y en el colmo de la arrogancia los empezaron a despreciar con una altanería cool para alquilar balcones (altos), exhibiendo sus discos de Portishead, Vic Chesnutt, Mercury Rev, Stereolab, Laika, Spiritualized y tantos, tantos que no recuerdo. Apuesto a que algunos ya estaban escuchando los demos de Belle & Sebastian. Ja, qué arrogantes todos… Hacían cualquier cosa para embarrar la cancha, desde ventilar sin noción del tema esas comparaciones del tipo “Oasis es La Renga de allá, es el rock chabón inglés” hasta diseccionar las declaraciones de los Gallagher sin prestarle la más mínima atención a los discos.

Se los perdieron, por arrogantes chotos. Se perdieron comprar “What’s The Story, Morning Glory?” cuando salió. Se perdieron la mayor banda de sonido de toda la arrogancia, la calentura y el principio del final de los 90. Y no era lo mismo escucharlo por la radio. Por la radio nunca pasaron “Hey Now!” ni “Cast No Shadow”. Jodansé, por arrogantes. Yo me lo compré, y era tan arrogante que después también compré “Be Here Now”, y en el 98 fui al Luna Park a ver y escuchar la arrogancia en persona. ¡La hora referí!! La hora!!. Yo no dormía, sabía que el tiempo se estaba terminando. Salí aturdida del Luna (como casi todos), caminé unas pocas cuadras y me caí redonda, me desmayé en una de las veredas de Puerto Madero. Cuando me desperté encontré que las tapas de las revistas habían cambiado las miradas altaneras de los Gallagher, Damon Albarn y Jarvis Cocker por el ojo clueco de Thom Yorke. Mierda. Matamos a las gallinas de los huevos de oro. Parece que se cansaron de las novelitas y ahora se acordaron de que quieren MUSICA. “OK Computer”, qué discazo, se me caen las medias, creo que hasta me hizo llorar. Pero resulta que ahí está guardado desde hace años. No sé, no me acuerdo de los temas. ¿Cuánto se pensaron qué iba a durar? Arrogantes de mierda que querían música, eh? Ahí está su pequeña venganza de la arrogancia sobre la arrogancia… La verdad es que estábamos todos quemando los últimos petardos…

Yo lo sabía. Y no me lo habían contado. Unos meses antes había estado en Inglaterra… El viaje a Inglaterra, el sueño más arrogante de todo fan del rock inglés que se precie. Y Londres estaba empapelada con la tapa de “Be Here Now”, lo que yo tomé como una señal, como una orden desesperada para detener el tiempo (y el lugar). Un día me fui a Manchester con la intención, entre otras cosas, de encarar a Bernard Sumner para decirle “unas cositas en la cara”. ¡¿Cómo pude haber sido tan arrogante?! Pero así era. Al final terminé en The Hacienda, que sólo había reabierto para una exposición de fotos de … Oasis. En la puerta había como cuatro guardias no sé para qué. The Hacienda es un edificio que pasa inadvertido, en una zona gris y anodina (como casi todo Manchester), en otro día opaco de llovizna, y las calles estaban desiertas. En la exposición tampoco había nadie. Me fui con la triste sensación de que todo era un museo de cosas que habían pasado apenas unos pocos años antes, y con el recuerdo del arrogante cartelito que en la estación de trenes decía algo así como: “Estás en la ciudad del rock y el fútbol”.

A la vuelta noté que la arrogancia ya se usaba casi con despecho, al mismo tiempo que tuvimos que tragarnos nuestra propia medicina. Los gurúes que habían escupido sobre los discos de Oasis pasaron a laburar a los medios masivos y tuvieron que comer y cagar Oasis por varios años más. Yo estiré la arrogancia hasta lo indecible. Pedí una página entera en un diario para escribir sobre “The Masterplan” ¡¡Una página entera para escribir sobre tres canciones!! Y sí, váyanse a cagar… ¿No se dan cuenta del poco tiempo que nos queda? Morfenselá. Y ya me dan otra página para escribir sobre Mercury Rev o la caja de Nick Drake, ok? Y todos calladitos la boca. No duró mucho. A los pocos meses, de una u otra manera, con más o menos eufemismos, estábamos todos escribiendo sobre los Smashing Pumpkins, el fenómeno “Livin’ la vida loca”, Alanis Morissette, Shakira, cualquier cosa. Y un tiempo después llegaron los análisis sobre La Renga, Los Piojos, Bersuit y el fenómeno del rock barrial. Lo único que interesaba de los Gallagher en los medios eran las borracheras y las peleas en los aeropuertos. Y de los “ignotos y sofisticados” grupos ingleses… nada, ni una palabra. La verdad es que nos tuvimos que meter la arrogancia en el culo sin chistar, esperando en las madrigueras sin saber, sin sospechar que también se iba a terminar la danza de los discos y los libros importados, los largos dossiers en papel, la boludez de ver quién tiene “la caja más rara”, la estupidez de pensar que River era un estadio de Miami, la arrogancia de hablar del brit pop, del kraut rock, del post rock como si el mundo estuviera acá a la vuelta, a sólo un disco, un libro o una revista de distancia.

“Definitely Maybe” fue el último disco que yo corrí a comprar a una disquería. En estos últimos diez años siempre conté esa historia cambiada: que lo compré en Buenos Aires después de escuchar por la radio “Live Forever”, que lo compré en Rosario después de leer un comentario sobre el disco… Pero lo único importante es que fui a buscarlo al único lugar en donde podía encontrarlo. Y, por sobre todas las cosas, que fue el último. “Definitely Maybe” marcó el comienzo del final de una era: la era donde todos los discos se conseguían o se encargaban en las disquerías, la era donde las estrellas no necesitaban salir de un reality show, la era donde las bandas eran su propio reality, tenían una historia para contar y la gente se los creía.
La prensa inglesa ya no busca a los nuevos Oasis. Ya se dieron cuenta de que Oasis y el éxito de “Definitely Maybe” son hijos de un tiempo que se fue. Y no lo escribo desde la nostalgia porlos buenos viejos tiempos”. Solamente me asombra ver lo diferente que era todo una década atrás, y me excita pensar lo diferente que pueden llegar a ser las cosas dentro de diez años. A veces sospecho que cada uno de esos pequeños objetos de la tapa de “Definitely Maybe” se van a empezan a borrar con el tiempo, como de hecho desaparecieron tres de los tipos que están en la foto. Pero el otro día saqué el disco de su letargo y ví que las canciones todavía están ahí. Y las canciones son la única certeza.
La compañía discográfica va a editar un DVD para el aniversario del álbum. Un DVD… qué pobreza… Yo creo que me voy a poner a escuchar las tres últimas canciones del disco: la tonta “Digsy’s Dinner”, la entrañable “Slide Away” y la perdida “Married With Children”, preguntándome todavía cómo, el disco más arrogante de la década, se puede despedir diciendo: “There’s no need for you to say you’re sorry / Goodbye, I’m going home”.


Que los cumplan...: avance y atajada

Con el posteo que está abajo arranca una serie de textos sobre cuatro discos que este año cumplen su primera década: “Definitely Maybe” (Oasis), “Parklife” (Blur), “The Downward Spiral” (NIN) y “Crooked Rain, Crooked Rain” (Pavement). Lo del aniversario es una excusa para reescuchar estos discos, que por distintos motivos dejaron una marca en el rock de los 90, con el beneficio de la perspectiva del tiempo, y desnudarlos de los prejuicios, tics, hypes y todo el contexto de su época. Empiezo por “Crooked Rain” por una razón muy simple: me cuesta mucho dejar de escucharlo y quería cerrar el asunto lo antes posible.

Que los cumplan I: Welcome to Stockton

Yo llegué tarde a “Crooked Rain, Crooked Rain”. Bueno, un año más tarde, en los 90, era mucho tiempo… Y jamás hubiese descubierto a Pavement si no fuera por una pequeña nota de Diego Perri en “La Libélula”, la pequeña revista de los hermanos Rial. La nota, como casi todo lo que escribía Perri, no decía nada en sí sobre la música de Pavement pero decía lo indispensable sobre el grupo: “Son un producto de una rarísima conjunción astral”, “juro que no ocupan un lugar físico”, “separan tu alma de tu cuerpo, te elevan y te abandonan justo ahí donde todo termina: aquí”. También decía que él tenía los CDs de Pavement en una caja roja de cartón, una caja donde guardaba las cosas realmente importantes que le pasaban…

Lejos de la ironía distante, la apatía, el desgano, la confusión, el sarcasmo y otros tantos tics que se le achacaron en su momento al lo-fi o a la llamada “generación slacker”, “Crooked Rain” se revela 10 años después como un disco intenso, conmovedor, desafiante y descarnado. Ahora me parece mucho más desagarradora la figura de Stephen Malkmus berreando “career, career, career” al final de “Cut Your Hair” que la figura de Kurt Cobain pegándose un tiro. En la época del “mejor es quemarse que desvanecerse”, los Pavement dijeron que era mejor desvanecerse sin cerrar la boca y seguir viviendo a pesar de todo.
Escuchar el disco 10 años después da lugar a la caída de ciertos mitos sobre el grupo y también a la reafirmación de algunas características que lo hicieron único:

- Pavement hizo mucho más que usar la ironía, la burla fina, como recurso expresivo. Lo suyo fue desolemnizar TODO, empezando por el rock como forma de estrellato hasta la supuesta “pureza” del rock indie (“Range Life”, “Cut Your Hair”, “Fillmore Jive”).
- Ninguna banda capitalizó mejor la influencia de The Fall (“Hit The Plane Down”).
- Ninguna banda capitalizó mejor la influencia de REM (“Silent Kit”, “Gold Soundz”).
- Provenían de una coyuntura típicamente post-punk, pero tenían una formación rockera clásica. Los Pavement nunca renegaron de la tradición. Sabían tocar y también equivocarse. Por eso eran capaces de ir de la deconstrucción de la canción (“Newark Wilder”) hasta las melodías más puras (“Range Life”), pasando por la distorsión del rock hímnico (“Fillmore Jive”). Y también podían homenajear a un jazzero como Dave Brubeck (conciudadano) parodiando su estilo sin caer en la trampa del “eclecticismo” (“5-4=Unity”).
- Usaron la psicodelia como un disparador en la gestación de la canción, y no como un simple adorno. La definición de psicodelia de Pavement no figura en ningún diccionario de rock. Son canciones sin ningún peso específico, que parecen flotar sobre unas pocas notas sueltas, colgadas del travesaño más alto (“Newark Wilder”, “Heaven Is A Truck”).
- Su fuerte noción anti-imagen (los terribles collages de las tapas, los créditos absolutamente confusos, donde no se distinguen ni los nombres de los integrantes) profundizó con inteligencia la posición anti-MTV que grupos como The Replacements habían iniciado sólo como un torpe impulso.

Una década después, los créditos siguen tan difusos como siempre, pero no hay confusión
en “Crooked Rain”. Todo lo contrario, hay una precisión envidiable, tan filosa como delicada. Ningún otro disco refleja mejor ese estado de estar soberanamente hinchado las pelotas de muchas cosas y tener ganas de decirlo. Y nadie lo cantó con la sincera arrogancia de Stephen Malkmus, con ese tono imperativo y urgente (“cortate el pelo”, “dejá de respirar”, “estrellá el avión”, “dejame dormir”) de alguien que está realmente harto y quiere escupirlo todo.
Ahora me pregunto qué ironía, qué supuesta broma, qué elipsis encontraban los periodistas y los críticos en un tema como “Stop Breathin’”, una canción que habla cruelmente de la frustración adolescente a través del recuerdo de un partido de tenis perdido: “Paren de respirar, paren de respirar por mí ahora. Escribilo en una tarjeta postal: papá me vencieron, me vencieron”. Como en tantos temas del disco, ni es necesario saber la letra para entender de qué va la canción: hay una tristeza infinita en la melodía del estribillo y un final dramático y violento, lleno de derrota, de rabia contenida. Toda esa bronca escondida bajo la alfombra, ese autoreproche, aparecen también en “Silent Kit(“vamos, ahora hablame de tu familia, de tu maldita hermana, del condenado de tu viejo”), en “Range Life” (el relato de alguien que pretende tener su “vida arreglada” en muchos órdenes y no puede) y en “Gold Soundz(“esto es una crisis o un cambio aburrido?... Estuve mucho tiempo sentado acá, desperdiciado”).
Pero hay canciones que van directo a los bifes, en donde brilla ese reverendo cansancio del estado de las cosas, y ahí “Crooked Rain”, esa lluvia molesta y retorcida, pone el dedo en una herida que no va a cicatrizar nunca. “Elevate Me Later” es un cachetazo insuperable al inconformismo bobo (del rock y más allá también). “Me gustaría chequear sus protestas públicas”, canta Malkmus. “¿Por qué te estás quejando?”, pregunta. “Hay tantas fortalezas y formas de atacar, entonces por qué te estás quejando?”. En “Unfair” Malkmus ya no soporta ni al paisaje que lo rodea, se hinchó las bolas de sus pequeñas escenas cotidianas, de sus vecinos, de todo. “Cut Your Hair”, con su intro de hit-inofensivo-vamos-todos-a-saltar, es una bomba que te explota en la cara cada vez que la escuchás, una de las críticas más salvajes y elegantes que se le hayan hecho al “sistema del rock” desde el rock mismo:

Acá si dudás te morís
Mirá alrededor, alrededor
El segundo baterista se ahogó
Ya encontraron su teléfono
La escena de la música está loca
Aparecen bandas todos los días
Una banda nueva especial
Recuerdo haber mentido
No recuerdo una línea
No recuerdo una palabra
Pero no me importa, no importa, realmente no me importa
¿Viste el pelo del baterista?

Las canciones son importantes cuando son compradas
Y también te compran a vos
Andá sin chistar a la sala de ensayo
La tensión y la fama son nuestra carrera.

Hay pocos discos tan rockeros como “Crooked Rain”, una extraña celebración de la tautología del rock, pero en el mejor de los sentidos. Es un disco de rock que habla sobre el rock, que cuestiona al rock desde el rock, que tiene influencias del rock.
En “Range Life” los Smashing Pumpkins y los Stone Temple Pilots son nombrados con todas las letras. Lo que se dice sobre estas bandas (“no los entiendo y me importa una mierda”, canta Malkmus) no es tan importante como el hecho de que sean efectivamente nombradas. En la inconclusa “Fillmore Jive” Malkmus observa “a los pibes de las Vespas y sus miradas tristes” y le da las “buenas noches a la era del rock and roll” porque simplemente “necesita dormir”. Una canción antes (“Hit The Plane Down”) hablaba de un sueño suicida sin sobrevivientes, como en el pico de hartazgo del disco. Pero al final sólo da las buenas noches. Es mejor desvanecerse…

Quiero pensar que muchas cosas han quedado de este disco de Pavement y del resto. Pero a veces no estoy tan segura. Lo que me hizo trastabillar por completo fue que cuando Stephen Malkmus tocó en Buenos Aires fue tratado como un músico de cuarta. Y era Stephen Malkmus, el cantante, guitarrista y principal compositor de Pavement, aunque algunos extrañemos por siempre la guitarra de Scott Kannberg y la batería de Steve West. Muchos podrán decir que Malkmus dio un show de cuarta. ¿Qué esperaban? ¿Los grandes éxitos de Pavement? Si Pavement no tuvo grandes éxitos. ¿Qué tanto problema con los covers del final? Yo sentía que Malkmus estaba diciendo: “¿Qué pasa? Yo estaba en una banda y ahora estoy en otra. Nunca fui una estrella de rock alternativa, no vine a cambiar ningún orden. Yo soy un guitarrista y un cantante de California y me gustan estas canciones. Relajensé. ¿Qué quieren? Con suerte, cuando tenga 50 años, voy a estar tocando en un teletón para más víctimas del terrorismo con la misma cara de orto que Tom Petty. ¿Y?”.

Nunca viajé a California por un tonto miedo a los terremotos. Ahora es imposible que pueda reunir la plata para viajar tan lejos. Pero si pudiera, no iría ni a City Lights ni a Haight Ashbury ni a Hollywood. Solamente iría a Stockton, la ciudad donde se criaron los Pavement. Una vez soñé que abría las cortinas de un colectivo tipo Chevallier y veía uno de esos carteles grandes de las rutas que decía: “Welcome to Stockton”. Creo que iría a esos bares de hamburguesas y cerveza, para ver si alguien tiene puestas esas camisas a cuadros. Preguntaría por los Pavement y seguro nadie los conocería. Después sacaría unas fotos insignificantes y me volvería. Y guardaría las fotos en la misma caja de cartón donde Diego Perri había guardado sus adorados discos.