contra las cuerdas

Rock y algo menos

Este posteo no tiene el tono de la mayoría de los anteriores, pero es una anécdota que siento urgencia en contar.

El otro día estaba de paso en un lugar donde venden entradas para los recitales de La Renga en Rosario (el próximo fin de semana). Entraron dos pibes, que habrán tenido 17, 18 años. Estaban vestidos con jeans, zapatillas y buzos. Los pibes compraron dos entradas y querían pagar con 15 pesos. “No”, les dijo el que vendía. “Son dos entradas, son 30 pesos”. “No”, respondió uno de los pibes. “A mí me dijeron que vale 15, que con esto nos alcanza”. Y el vendedor les volvió a explicar que eran 30 pesos… A mí la situación ya me parecía algo rara. Lo primero que pensé fue: “Estos pibes quieren arreglar la cosa por 15 pesos”. Es muy común que la gente vaya a garronear las entradas. Pero no. No era así. También me parecía raro que los vendedores no se impacientaran con la actitud medio cargosa de los pibes. Después me lo explicaron. “Esto pasa casi todos los días”, me dijeron. Resulta que muchos pibes que van a comprar entradas para estos recitales de La Renga no saben sumar, y tampoco leer y escribir. A veces preguntan detalles de los shows porque no saben leer lo que dicen las entradas o los afiches. Seguro que esto pasa desde hace muchos años, pero es la primera vez que me toca verlo tan de cerca.

En estos días me puse a hojear la revista “Soy rock” (eran “pocas” y apareció la “Soy rock”, una especie de “Pelo” remozada. Sin palabras). En una nota sobre “la procesión” de los fans de La Renga a la cancha de River hay un recuadro con un título que dice: “Me hice piquetero para ver a La Renga”. Es un testimonio de “Ramón, el mono”, un fan de 23 años que hace “cualquier cosa” para entrar a un recital del grupo. Así dice textual: “Para el segundo Huracán (el 19 de mayo de 2001) no tenía un mango, así que me hice piquetero para cobrar el Plan Jefes y comprar un lugar en el campo. ¡Me hice piquetero para ver a La Renga…!”.

Entre la tristeza por lo primero y el desconcierto por lo segundo, solamente alcancé a acordarme de algo que nada que ver, de una simple pregunta que aparece en la letra de una balada de los años 70: Where will it lead us from here?

Jurassic Jungle

Los Natas, Equus, Sinapsis y Aguas Tónicas en el Galpón 17. Noche Planeta X. Sábado 22/05.

Todo lo que había leído de Los Natas en vivo resultó que no era así. O al final es cierto que los shows de Los Natas son muy distintos entre sí… ¿Pero cuántas diferencias puede haber?, me preguntaba mientras escuchaba y miraba a Los Natas en su primer recital en Rosario. Otras preguntas eran más urgentes: ¿dónde carajos están el trance, el cuelgue, el viaje, el alunizaje, la psicodelia? ¡La psicodelia! Los Natas son el grupo menos psicodélico que escuché en mi vida. Pensaba que esa era la parte que venía en vivo. Pero no, todo lo contrario. Si en Los Natas hay un viaje, es un viaje al centro de la tierra.
Sentís la pata gigante del dinosaurio más gigante que te aplasta, que te hunde, y cuando te descuidás ya estás enterrado vivo como Uma Thurman en “Kill Bill” y sin ninguna técnica de arte marcial que te salve. ¡¡Socorro!!!! Esta es la venganza, pienso, ¿la venganza de los nerds? No, es la venganza de los dinosaurios. Tanto punkie escupiendo para arriba y ahora nos cae esta vomitada gigante, caliente, espesa, pesada, jeiiiiivi… Los Natas. Si no querés que te salpique correte. Pero sospecho que ya estamos todos bastante hediondos…

Es cierto, Los Natas son más que stoner, como ellos mismos dicen. Estiran las influencias de los stoners hasta las últimas consecuencias. Qué amor por los 70s! Los setentas before-punk, of course. Los setentas dinosáuricos. En las formas, en la corteza, están las manadas más prog (Genesis? Crimson?), pero en el contenido, en el centro, hay un Black Sabbath super anabolizado, algún que otro chispazo de Zeppelin o Purple, y más atrás, mucho más lejos, está Cream, el grupo que no en vano inventó el concepto sonoro del power trío. Lo que nunca sabremos es si Los Natas no concentran su colección de retazos sonoros en formato de “canción” o “tema zapado”, como sí lo hacían estos grupos, porque no pueden o porque no quieren. Eso no está claro. Lo único claro, por ahora, son sus riffs apocalípticos, su volumen atormentador y la intención de hipnosis en la repetición, todo cocinándose en la decantación de la distorsión y los desechos atómicos del punk y el grunge más out of order. Eso es lo que yo escuché en vivo de Los Natas.

La psicodelia, lástima, no es más que un adorno, y ni siquiera un adorno sonoro (Beta Band, Flaming Lips). Acá no hay psicodelia en la gestación de la composición o improvisación (Cream, The Verve, Teardrop Explodes, Mercury Rev, Pavement, Jimi Hendrix, primer Floyd, Grateful Dead, Spacemen 3, etcétera). Todo se reduce a una pantalla de video con las “típicas imágenes psicodélicas”, donde la verdad lo más psicodélico era el dibujo que iba formando una oportuna gotera (afuera llovía como peste) sobre la pantalla de video, o la danza de la botella de Coca Cola sobre los equipos de Los Natas por su mismo terremoto sonoro.
¿Y el cuelgue? ¿El viaje? Sí, yo me colgué pensando que la gente se estaba elevando, elevando de verdad, saltando a lo loco, pero porque me acordé de esa versión increíble de RATM del tema de Cypress Hill “How I Could Just Kill A Man”. Creo que fue cuando en la pantalla de video apareció la foto de una planta de marihuana (algo totalmente des-col-ga-do). Y también me colgué pensando en una noche lluviosa y fría como esa, cuando iba caminando con el discman por bulevar Oroño, hace años, escuchando el primer disco de Gomez, tal vez el último gran disco psicodélico que escuché, tan psicodélico que tenía que parar en Oroño y Santa Fe y seguí caminando no sé cuantas cuadras pasando el parque Independencia. Ese fue un lindo cuelgue. Pero no me pasó lo mismo el sábado con Los Natas.

Lo mejor del “éxito” de Los Natas es que tiene una clara explicación. ¿Cómo es que Los Natas son las nuevas estrellas de un under (y un mainstream) que desde hace años defenestra el progresivo de los 70? ¿Una generación entera amamantada por Joy Division, The Cure, los Sex Pistols, Jesus and Mary Chain, My Bloody Valentine y tantos otros, una generación entera que si alguna vez escuchó “Paranoid” o “Moby Dick” salió corriendo por la puerta de atrás ahora está “extasiada”, “recopada” con Los Natas? Sí, así es. Y no es puro esnobismo, como bien se podría pensar. Y los míos no son simples prejuicios generacionales, como también se podría pensar.
Es de lo más natural que Los Natas ahora exploten desde el under. Los Natas son una salida desesperada, la reacción extrema por simple oposición. ¿Qué otra cosa puede pasar en un país donde las chicas de “Rebelde Way” publicitan una marca fashion cuya prenda fetiche son unas remeras que dicen “Punk Girl”, donde la mayoría de las bandas pro-punkies nunca pasaron de copiar más o menos a los Ramones, donde un grupo como Babasónicos (otrora emblema del under, de la alternatividad) convirtió a la palabra “rock” en un eslogan publicitario, donde un solista como Leo García (otrora emblema del under, de la alternatividad) convirtió a la palabra “pop” en una muletilla maniática para hablar en los diarios, las revistas, la radio y la televisión? ¿Cuál puede ser la única respuesta a semejante estado de saturación? Los Natas = heavy, prog, zapada, no a la canción, sí a los 70, no a los 80, sí al hippismo tranqui, no a la furia punk destructora…
Tampoco es casual que en un mundo donde las novedades del mainstream siguen apuntando al revival del post punk (¿qué otra cosa es Franz Ferdinand, por ejemplo?) o a la nostalgia más superficial de los 80 (todavía seguimos con eso!!), en las calderas subterráneas se esté cocinando un buen guiso de dinosaurios. A lo mejor llegó la hora de sacarles el polvo a algunos discos, y en otros casos, será cuestión de conseguirlos, bajarlos o comprarlos. Welcome to the jurassic jungle, baby!

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Si algo no se le puede reprochar a Planeta X (PX) es que sea incoherente. Antes de Los Natas subieron al escenario tres grupos del sello: Equus, Sinapsis y Aguas Tónicas, casualmente todos veteranos de la casa (little dinosaurs) y también todos tríos (¿el formato se puso de moda?). A saber:

Equus: Si Equus no existía antes que el mismo PX le pasa raspando. Después de muchos años el grupo ahora volvió con disco y traje nuevo. Emiliano Boero (guitarra, padre de la criatura) y Franco Ingrassia (bajo, ex Sumergido), perpetuos masterminds de PX, abandonaron la antigua pose adolescente lo-fi del grupo (muy a pesar de su extraño aspecto de adolescentes envejecidos), y se concentraron más en laburar con recortes libres de estilos que siempre los marcaron, como el postrock, el krautrock y la no wave (muy, muy a grandes rasgos).
Después de mucho divagar, Equus parece sostener ahora una entidad sonora que nunca tuvo, sobre todo en vivo. Ah, y no puedo evitar decirlo: Mauricio Millikonsky, el baterista… Puede ser que jamás haya escuchado a The Police, de hecho tal vez los deteste, pero cómo me hizo acordar al señor Stewart Copeland!! Me alegró la noche.

Sinapsis: Extractos de un diálogo con mi amigo (A) mientras sonaba Sinapsis:

-A: ¿Y esos sombreros de quiénes son? ¿De Beck, de Madonna?
-H: Coki y Aloras también andan con esos sombreros. Yo no me pondría un sombrero…
-A: Esto es una mezcla de lo más grasa de Depeche, New Order y Frankie Goes To Hollywood.
-H: Pero en el disco suena a Death In Vegas. En el disco está mejor. A mí me gusta. Es una copia mucho más original que otras.
-A: A mí me parece Primal sin onda… Al guitarrista y al batero los conozco…
-H: Son Martín y Lalo, los de Sumergido.
-A: Planeta X se parece al ambiente del jazz de acá. Hay un montón de grupos pero los integrantes son siempre los mismos… Es la diversidad del rock…
-H: No! Que no baile el guitarrista, por favor!
-A: Se quedaron en el 91!! Mejor me voy a mi casa a escuchar “Violator” en vinilo.
-H: No, no me dejes sola con Los Natas…

Aguas Tónicas: Hace apenas dos semanas me enteré de que Aguas Tónicas es el nuevo grupo de Maru. Por eso era una de las bandas que más me interesaba escuchar el sábado, porque Maru siempre me pareció una especie de outsider musical de PX. Y poco antes de que empezara a tocar alguien me cuenta que Maru tiene una banda “stoner”. Maru se cansó de la acústica y las canciones intimistas y volvió a los viejos y ruidosos tiempos!
Claro que a años luz de la distorsión-autista-amateur-amo-a-Sonic-Youth de principios de los 90. Aguas Tónicas suena a una banda want-to-be-stoner, pero mucho más School Of Rock, sin tiempo que perder en cuelgues y dilaciones. Un amigo me comenta que parece que la banda “se aburre” cuando toca. Es que Maru siempre fue así, no importa dónde lo lleve el río, el tipo… jamás una pose. Eso sí, la angustia, si es que está (siempre está) ya casi ni se nota.


La presa, el monstruo, el hooligan y su amante

Entre tanto cover disfrazado de creación (Veloso y siguen las firmas), tanto aburrimiento elegante (Byrne), tanto sacar a pasear ropa fina con olor a naftalina sólo por pasear nomás (Prince), me encontré sin darme cuenta en el infierno del regreso de los ídolos (¿ex ídolos?) y las estrellas (¿ex estrellas?) escuchando varias veces el nuevo disco de Morrissey.
Los otros CDs fueron gentilmente devueltos a la disquería amiga (proveedora de cierto mundo real por fuera del Soulseek) pero “You Are The Quarry”, el nuevo de Morrissey, muy publicitado por el regreso tras tantos años, seguro va a sonar unos días más en el walkman. Y hasta puedo apostar por las canciones más flojas. Alguna que otra escuchada se van a bancar. ¿Por qué? Porque hay que aprovechar, porque no hay nadie haciéndolo ahí afuera.
No tengo ganas de reescuchar “Maladjusted”. Con lo que recuerdo de “Viva Hate” y “Your Arsenal” alcanza para hacer comparaciones. Tampoco quiero ponerme a especular con lo del productor y otros detalles. Solamente quiero hablar de Morrissey, su carrera solista y las marcas (singulares, paradójicas, terribles) que fue dejando.

El Morrissey de “You Are The Quarry” es el más crooner, decadente y empalagoso de todos. Solamente hay que sentarse a escuchar (sin picar, sin hacer trampa) “I’m Not Sorry”, “I Have Forgiven Jesus” o “Let Me Kiss You”. Nunca alcanza el vuelo hímnico de “Suedehead”, “The National Front Disco” o “I’ Know It’s Gonna Happen Someday”, pero se acerca bastante en “Come Back To Camden” (con una letra patética tipo “remember England?”), “The World Is Full Of Crashing Bores” o “First Of The Gang To Die”.
Cuando la mayoría de sus colegas está haciendo malabarismos con la voz Morrissey todavía canta sin despeinarse. Las letras, eso sí, son otro cantar. Las obviedades políticas, contradicciones y torpezas conceptuales de la antiamericana “America Is Not The World” y la antibritánica “Irish Blood, English Heart” (es cuestión de repartir los palos, parece) no están a la altura de Morrissey ni de nadie. Como suele pasar con todos los discos de Morrissey y por qué no de los Smiths, en eso de la mitad uno ya se quiere empezar a bajar de este mundo injusto, de rechazados y quejosos. En “You Are The Quarry” pasa lo mismo, con la diferencia de que el tema 7 es justo “How Can Anybody Possibly Know How I Feel?” (y creo que con el título está todo dicho).
En “All The Lazy Dykes” Mozza vuelve al tema de la ambigüedad sexual pero sin volver… Y cuando uno cree que el disco ya termina, aparece la (tal vez) mayor oda a la autocompasión que se haya escrito en la historia del rock: “You Know I Couldn’t Last”.
Con estas líneas es suficiente:

“The teenagers, who love you, they will wake up, yawn and kill you…”
“The critics who can’t break you,
they somehow help to make you…”
“There’s a cash register ringing and
it weighs so heavy on my back,
someone please take me home…”


Aaaaaaaahhhhhhhhh!! Qué bueno sería no entender la letra en este caso… sobre todo porque cuando Morrissey pide que lo lleven a la casa, de esa manera en que Morrissey lo pide (lo canta), uno quisiera irse a la casa con él (y quedarse no más de cinco minutos, claro). Ahí, justo cuando termina el disco, la presa es uno. Como siempre, como siempre pasa. Uno es presa de esas canciones que pueden ser horribles, pero al final son irreemplazables. Porque cuando Morrissey no está, estas canciones están ausentes. Y así Mozza la pega otra vez de puro rebote, de puro él mismo.

No conozco a nadie que se repita tanto como Morrissey y jamás se lo acuse, directa y violentamente, de repetición. Puede estar una década sin abrir el pico, pero vuelve y ya sabemos más o menos lo que va a decir: críticas y más críticas a lo que está de moda, críticas al show business del rock que no lo comprende (cuando en realidad no sólo lo comprende sino que también lo rebanca), y algún que otro dardo a gobiernos de turno y estrellas de rock (esta vez le tocó a Bowie. Dijo que Bowie sólo le da a la gente lo que la gente quiere. ¡Qué caradura!! ¿Y por casa cómo andamos, Moz?).

Y así y todo el tipo vuelve y tiene más prensa que una Lady Di resucitada. ¿Por qué? Porque Morrissey es un monstruo, un monstruo de los buenos, pero un monstruo al fin.
Nadie daba dos pesos por Moz cuando se separaron los Smiths. La mayoría creía que Johnny Marr se iba a llevar todas sus geniales melodías y sus embriagadores acordes, mientras que Morrissey se iba a quedar solo con sus lamentos, sus camisas a lunares y sus gladiolos. Aún hoy Johnny Marr dice en las entrevistas: “Yo disolví a los Smiths. Eran mi banda”. Pobre Johnny. Nunca se dio cuenta de que antes de que él se hartara de la telenovela, Morrissey ya se había tragado solito el mito de los Smiths, y al resto no le había dejado ni las migajas.
¿Qué hizo Morrissey en su carrera solista más que
regurgitar el mito de los Smiths y después escupirlo en siete discos, con más o menos variantes? Nada. Nada excepto dar un paso en falso que pudiera alterar ese concepto. Morrissey siempre se cuidó de juntarse con guitarristas y demás colaboradores que fueran más personales o estrellas que él. De hecho yo y otra gente con la que he hablado del tema descubrimos a Morrissey recién con el hitazo “Suedehead”. Y de los mismísimos Smiths ni noticias. Nunca me voy a olvidar cuando escuché por primera vez un tema de los Smiths en la radio. Era “Girlfriend In A Coma”. Los descarté por completo (y eso que había leído las críticas extasiadas). Me pareció una “mariconada pop blandengue” y ni me molesté en buscar los discos (que recién escuché diez años después, perpleja y culpable ante mi estúpido prejuicio).
Desde aquel “Viva Hate” iniciático hasta ahora, hasta “You Are The Quarry”, Morrissey viene exprimiendo el mito de los Smiths a piacere, desde la ambigüedad sexual y el amor no correspondido de alguien peligrosamente cercano hasta las referencias más directas (y groseras) que puedan pedirse. En el tema “You Know I Couldn’t Last”, por ejemplo, habla de “evil legal eagles” (en clara alusión al juicio que perdió ante sus ex compañeros Mike Joyce y Andy Rourke). Y cuando Moz sigue cantando sobre ignorados, pisoteados, humillados y no queridos a mí me da la impresión de que está hablando más de Johnny Marr que de él mismo.

Tan grande es la marca de Morrissey, tan poderoso es el mito que tiene encarnado, que la onda expansiva llegó hasta la ¿carrera? solista de Johnny Marr. Mientras él se floreaba con su voz maravillosa, sus letras hipersensibles y su jopo, Marr era el tipo de atrás que parecía que iba a caerse en cualquier momento por el peso de la guitarra. Después de los Smiths, Marr siguió siendo el tipo de atrás, pero sin dirección ni ningún lugar adonde ir. Lo voy a decir sin muchas vueltas: después de los Smiths Johnny Marr no fue el objeto de amor de nadie.

No es casual que Johnny Marr se haya disparado por el camino contrario al de Morrissey: se refugió en grupos de otros, se rodeó de estrellas. El punto máximo de este paradigma es su reunión con Bernard Sumner para formar Electronic. ¿Cómo es que Johnny Marr, uno de los guitarristas más expresivos y sensibles del mundo, pasa de uno de los cantantes más expresivos y sensibles del mundo a uno de los más inexpresivos y fríos? (sin mencionar que en Manchester a Sumner le dicen “the accountant”). No sé, habría que preguntarle a Morrissey…
Sin mucho esfuerzo Electronic se convirtió en el emblema del “supergrupo fiasco”. Querían combinar el pulso de las máquinas de Sumner con la calidez de la guitarra y las melodías de Marr. Pero Sumner no puede pensar. Y en lugar de aprovechar a Marr como guitarrista rítmico lo puso a hacer solos. Catastrófico. Los Gallagher, en su último disco, también lo llamaron para hacer un solo. Todo mal. Y Marr, el genio compositor de los Smiths, no es más ni menos que uno de ellos: un hooligan con un don que se la pasaría tomando cerveza en el bar de la esquina, mirando partidos de fútbol con su amigo Sumner y los Gallagher.
El año pasado, por primera vez, Marr salió a dar la cara como semisolista, con un grupo llamado The Healers. ¿Alguna campaña de prensa? No, obviamente. Nadie le dio ni pelota. La crítica quiso demostrar piedad con el disco, pero de última lo calificó como “una copia de Oasis”. ¿No es al revés? ¿No fue Marr uno de los que descubrieron a Oasis? No sé, habría que preguntarle a Morrissey…

Johnny Marr también es la presa. Pero es muy poco probable que le pida a alguien que lo lleve a casa, y mucho menos que lo abrace y lo ame. Para eso está Morrissey, y cuando Morrissey no está, no lo dice nadie.


No fear of music

Planeta X en el Galpón 17. Recital con Mantello, Berna, Juani y Matilda. Viernes 7/05.


22 hs. puntual. Bueno, eran casi las doce y todavía no había empezado a sonar ninguna (¿banda?). O es que el reloj de Planeta X (PX)* es de otro planeta realmente o es que llevan años repitiendo la ceremonia de las típicas estrellas independientes y su público más estrella todavía. ¿Quién espera a quién? Nunca se sabe. Pero lo bueno de los eventos, fiestas o recitales que organiza PX es que en el embole de la espera te podés encontrar con Charly Egg * (aka Huevo, Melenita de Oro). Si yo fuera Adrián Dárgelos quisiera ser como Charly Egg, en serio. Huevo debería estar llenando Luna Parks. ¿Cuánta más onda tiene Huevo que Diego Tuñón, por ejemplo? Pero Charly está acá, para nuestra suerte, y como ningún otro PX* te puede hablar de los quilombos que hay en la casa de PX*, o de los entuertos con la Muni (el recital en el Galpón 17 es parte del festival “Rosario es el rocanrol”, organizado por la Municipalidad) y de cómo son los músicos nuevos del sello… También podés hablar de lo bueno que está su disco “Auto”, porque el disco está realmente bueno y no tenés que andar mintiendo por compromiso… La charla podría haber seguido forever, pero, se sabe, esto es un recital y hasta los recitales tienen sus reglas.

Andrés Mantello subió al escenario, pero Mantello es esa clase de músicos que suben a un escenario y uno no se da cuenta. ¿Por qué? Simple: pared electrónica, voz lánguida, guitarra anémica. Cierto concepto mal heredado del lo-fi y la canción experimental. Por momentos todo se volvía un karaoke sin voz con una guitarra en tonos dispersos de bossa, jazz…. La gente estaba charlando, obviamente.
Habrán pensado que era “la música de fondo” de una fiesta. Pero no.
El sonidista… re-perdido. Y los técnicos, que son los mismos que después van al Anfi a laburar con Los Vándalos y El Vagón, se habrán estado preguntando qué carajo estamos haciendo acá.


Some rock & roll fun

Me había anticipado Charly (Egg): “El guitarrista de Berna parece Pity Alvarez”. Ahá. Olfato rockero. La cosa es que me entero de que este tal Berna es cantante de un grupo, Hijos de la Chingada, una banda de rock barrial, ricotera. “Pero acá viene a hacer otra cosa”, me advirtió Charly. Obviamente, nene. Igual me preguntaba: ¿qué hará este Berna perdido en el planeta X?
Subió Berna al escenario. Se notó. Venía con una banda. ¡Una banda! No sé si se entiende lo que quiero decir. Y la voz del cantante se escuchaba. Una voz grave a lo ¿Solari? ¿Kevin Johansen? Uuups. No, más allá. Una voz grave que recordaba al primerísimo Serrat, ese que cantaba sólo en catalán. Una voz cantante, no recitante (Reed, Cohen). El saxofonista parecía sacado de la Bersuit. ¡Un saxo! ¡Un saxo en PX! "¡No eran los sintes, era el saxo, idiotas!!”, tenía ganas de gritar yo. Pero qué mal que hubiese quedado… Ya probablemente esté quedando mal con todo esto. Es el saxo de Bobby Keys, de Clarence Clemons, de ¿Sergio Dawi? No sé, es el saxo.

Un tipo de unos 30 y pico, de formación musical seguramente setentera, decía: “Esta es la música que me gustaría hacer, un jazz tropical”. No!! La boca se te haga a un lado. Lo de Berna es un como un unplugged de rock barrial, pero un unplugged verdadero, no como la truchada de Divididos-Vivo-Acá.
“Es pura suerte tenerte cerca”, cantaba Berna. Y sí, es pura suerte, diría yo.
Por ahí Berna se mandó con un “está fresco pa’ chomba”. Y eso en PX es cosa de otro planeta, realmente. Los PX piensan que eso es re-loco. Como cuando Martín Arce* gritó una vez en el Parque de España, entre un set electrónico y el otro, “¡aguante Billy Bond y la Pesada!”. Pero eso es pura actitud, pura provocación. Berna, en cambio, no necesita decir que “aguante” nadie, ya lo está cantando. El tipo dice “está fresco pa’ chomba” y con eso alcanza y sobra. Mientras tanto la banda tomaba cerveza del pico, rotaba los integrantes y el Berna dedicó una canción y todo.
“Uuiiiija!!!” le mandó un par de veces. Y después gritó “viva la patria”. “Y hoy…volver a laburar”, cantaba. Y la banda tiene mucho de rock sureño, canción latinomericana y algo de folclore. Un detalle: cuando el saxofonista cambió, el otro salió del Galpón con su caja, raudamente. Un profesional! Se fue! Nada de quedarse a aplaudir a la banda que sigue, o a tomarse unas birras gratis, o a ver qué onda las minitas que están acá. El tipo se las piró!!

Al final se sumó Martín Arias (ex Sumergido*, un veterano PX), como si hubiera subido al escenario más o menos un Pete Townshend, con la diferencia de que Arias habrá pensado: “Uy, ahora tengo que tocar la guitarra de verdad”. Y Arias tocó… Claro que muy fiel a su naturaleza lo congeló todo, pero ni así la canción perdió calidez y expresividad. El Berna y su banda tienen un planeta propio.


Rompe el muro del discurso

Los cancionistas salvaron a PX. Y Juani es el héroe de esa movida (debería escribir el “antihéroe”, pero resulta que no). Creo que fue por el 98 cuando empezaron a asomar algunos temas, como “Introspectiva”, de Juani, y “Cinemateca de Montevideo”, de Maru. Por esa época PX había organizado un recital en un bar (no recuerdo si por calle San Lorenzo, pero era cerca de Oroño, seguro). Yo llegué tarde (esa vez fueron inexplicablemente puntuales) pero sobre el final alcancé a ver a los Favre en troupe (Juani, Oscar y demás) subirse al escenario con guitarras acústicas y percusión para hacer una canción, una simple canción. Entonces me pareció algo muy San Francisco, muy hippie. Y ahí me di cuenta de que las cosas estaban cambiando.
Los cancionistas salvaron a PX del eterno palpitar de la máquina, tan eterno que termina siendo seguro y para nada experimental. Los cancionistas se pusieron en pelotas cuando PX estaba demasiado vestido, sobre todo por un discurso que hablaba de “perpetua metamorfosis que obliga al desvío permanente como única condición de inmanencia”. O mejor: “un sonido como fundamentación, poseedor de la impronta de una debilidad por la sensación de percepción en el sentido más llano”. Lo que en PX se explicaba con palabras que variaban entre “subliminal”, “resignificar” o “articulación”, los cancionistas vinieron a hacerlo directamente. Convirtieron en realidad una intención que, más que llegar a algún lugar para seguir avanzando, solamente daba vueltas en grandes círculos tratando de justificarse. Los cerebros electrónicos de PX, lejos de sentirse amenazados, recibieron a los cancionistas con los brazos abiertos, como alguien que busca desesperadamente en el otro algo que uno nunca podría hacer por sus propios medios.

Ahora Juani consiguió lo imposible: es una especie de estrella de un under rosarino (¿y argentino?) que no existe, él sólo justifica el under, y además se desmarcó de los límites de PX sin salir jamás del grupo. Y así Juani tocó y cantó el viernes, sabiendo que no es nadie salvo él mismo. Lástima el bullicio que venía de atrás. Es el público estrella que llega tarde y encima molesta. Adelante yo trataba de descifrar los temas, pero parecían todos nuevos. La voz de Juani sonaba lo clara que él quiere que suene (según las letras) y la guitarra no estaba sola. Mucha batería detrás y hasta una pandereta. La gran White Stripes acústica (“Yo lo hice antes”, diría Coki Debernardi), pero con el fantasma de Morrissey muy presente en una de las canciones. El uso del “vos” que hace Juani, en lugar del impostado “ti” spinettiano, ya es un placer de escuchar. Y el final fue a toda orquesta cancionera, con bombo incluido. Todo un gesto rockero sin sonar rockero. ¿No era eso lo que tanto quería PX?


All that tecnopop

La nostalgia nos tapó. Está en las vidrieras, en las revistas, en la calle y en PX también. Después de Juani llegó Matilda: es sólo viejo tecnopop pero nos gusta. Es PX versión adolescente (Depeche, New Order, Camouflage, Erasure). Son los ochentas a full, mucho Encargados, mucho Virus, muchas letras Jacoby. Es una película bárbara pero ya la vimos muchas veces. El video viene con rayas y en DVD no se consigue. Mejor apagamos la video y miramos el canal Retro. Juan Manuel “Soy-melanco-y-me-la-banco” Godoy va a seguir cantando como si nada estuviera pasando. Es que nada está pasando, aunque él tenga la voz que se necesita (que no es poca) para ponerle un poco de carne a este karaoke gigante.
Como Gregory Corso alguna vez se preguntó ¿quién necesita un amigo en el paraíso?, yo me pregunto ahora: ¿quién necesita todo este tecnopop cuando las guitarras están chirriando y la gente del Galpón recién empezó a mover las patitas cuando sonaban los White Stripes, mientras cinco minutos antes estaban semicongelados (literalmente) con Matilda? Para colmo Nacho Espumado venía lookeado (parecía sacado de Suede 10 años atrás) y eso sólo ya traía las peores referencias de Adicta o Miranda.


“Ahora en la casa se está poniendo bueno porque se está volviendo a la música”, me contaba Charly. Lo celebro. Pero hace poco un amigo me dijo (y no en tono de broma): “Si los PX siguen así van a terminar en un fogón cantando las canciones de Roberto Carlos, mientras nosotros (y tantos otros que alguna vez caímos bajo su influencia, agrego yo) vamos a seguir escuchando a Can y a Tortoise”. Tal vez, no sé. Hoy es domingo y yo tengo ganas de volver a escuchar “Domingo”, de Juani.

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*Planeta X: sello independiente rosarino. Desde 1995 edita discos, organiza recitales, fiestas y distintos eventos. También editó una revista de poesía, arte y política. Fue fundamental para la difusión en Rosario de géneros como la música electrónica, el krautrock, el post rock, la no wave, el post punk y el rock industrial, entre otros. Más información en el sitio www.pxweb.com.ar.
*Charly Egg: músico y “personaje” del sello. Edita bajo el nombre de Sinapsis.
*los PX: músicos y demás integrantes del sello.
*la casa de PX: casa en donde se concentran las actividades del sello: 3 de Febrero 1011.
*Martín Arce: músico y “personaje” del sello. No entremos en detalles…
*Sumergido: grupo emblema y fundador de PX. Editó “12 formas de alejarse de todo” y algunos EPs. Vuelve de vez en cuando pero está disuelto.

Live and let die

(xxx)


“¿Por qué tienen puesto un tema de los Gansos?”, pregunté cuando entré a la disquería. “Y… porque salió este compilado”, me contesta con resignación mi amigo, que mientras tanto atiende a unas minas que van a comprar entradas para La Renga. Ahí nomás empezamos a sacarles mano a la telenovela de los Guns ‘N’ Roses, al “gordo piojoso” que ahora quiere hacer otro juicio, a ese disco demorado que jamás sale… Nos reímos de Velvet Revolver, de las zapatillas que usaba Axl Rose, de las polleras escocesas… Pero yo sé que mi amigo tiene en su casa todos los discos de los Gansos. Y él también sabe que yo los tengo. Siempre que alguien venía a mi casa y veía los discos de los
Guns al lado de los CDs de los Smiths me preguntaba cómo era posible. Y yo alardeaba de ser una persona abierta y todo eso. Dije esa mentira durante tanto tiempo que hasta yo me la creía.
Es cierto que los discos de los Guns están ahí, pero es porque alguna vez
los heredé. Siempre envidié a los que heredaban los discos de los Beatles,
de Pink Floyd, de Simon & Garfunkel, o de quien fuera, de los padres o los
hermanos mayores. En cambio, yo heredé los discos de los GNR. Y también fui
al recital de River en el 92, cuando decían que había bombas debajo de las
plateas, que se iba a armar un quilombo entre barrabravas.
La verdad es que ni me acuerdo cómo llegué a ese recital. Lo que sí recuerdo
es cuando lo conocí a Diego, en las oficinas de una empresa cerealera bien
pez gordo de la época menemista. Diego caminaba a lo James Dean, tenía una mirada entre cómplice y sobradora (que me hacía acordar mucho a Brian Jones) y escuchaba a los Guns ‘N’ Roses, a Jane’s Addiction y los Red Hot. “Todo ese rock californiano de mierda”, como él decía.
Enseguida nos hicimos amigos (porque nunca dijimos que fuéramos pareja, ni
novios, ni amantes) hablando de rock y de las pequeñas y grandes miserias de
la empresa en la cocinita del segundo piso, en los bares, en los moteles o
en el auto. En el auto era otra cosa, eso sí lo recuerdo bien, porque ahí la
música sonaba a todo volumen y cada vez se corría más rápido. Y en la moto
era muy distinto, porque lo único que yo escuchaba ahí arriba era como un
ruego interno para llegar lo antes posible.
Después de las primeras “corridas” esa sensación se fue yendo…Se vivía en
ese clima de que las cosas se daban, llegaban, se compraban, se disfrutaban
y parecía que nada malo podía pasar mientras uno trabajara mucho y se ganara
su plata. Jamás escuché la palabra “estrés” en esos años, cuando en realidad
se trabajaba más de diez horas por día y de noche no se dormía. Había que
escuchar los discos, todos los discos que llegaban y se podían comprar,
todos los libros, todas las traducciones, las revistas extranjeras, las
películas y los recitales. Y como en la semana se trabajaba todo el día los
fines de semana había que seguir despierto para seguir escuchando los
discos, y estar con los amigos, y hacer el amor, y bailar las canciones de
los discos que habíamos comprado y nos prestábamos, y andar en los autos y
las motos que los otros se habían comprado, y cada vez más rápido y más
rápido porque cada vez había más discos, más libros, más recitales, más
autos, más motos, más fiestas, más vino, más cerveza.
Cuando se encontraba algo de calma, a la hora del almuerzo de la oficina, al
lado del río, yo le hablaba a Diego de los Stone Roses, los Happy Mondays,
David Bowie, Brian Eno, Kraftwerk, los Stones, Cream, los Pixies, Velvet
Underground, Teardrop Explodes
… El escuchaba toda esa lata y me decía: “Pero bueno, a mí me gusta ese rock californiano de mierda”. Y yo le respondía que tenía que conocer otras cosas de California: la escena psicodélica de los
60, la escena punk… “Tenés que saber de dónde vienen los Guns ‘N’ Roses”, le
decía, y le nombraba a los Hanoi Rocks, a T. Rex, a los New York Dolls… Pero él miraba la moto y decía: “¿Cuánto te juego que con esa moto podemos llegar hasta California?”. “Si estamos sobrios, a lo mejor…”, le contestaba
siempre.
Sobrios estábamos cada vez menos. Llegaba la noche y esa calma del mediodía
desaparecía. El estrés del final del día y esa extraña sensación de estar
tan despiertos como semiadormecidos solamente se bancaba con alcohol y más
alcohol. No sé si había drogas ni lo averigüé. En esa época yo leía tanto
sobre drogas que pensaba que los efectos del alcohol eran muy similares. Y
me confundía entre los efectos y lo que había leído (o imaginado). Cuando
llegaba la noche toda mi sanata sobre la historia del rock se esfumaba y
empezaban a sonar los temas de los Guns. Yo a veces llevaba mis discos, pero
eran una carga inútil. En ese auto solamente sonaban bien los temas del
primer disco de los Gansos: “Welcome to the Jungle”, “It's So Easy”,
“Nightrain”, “Out Ta Get Me”, “Mr. Brownstone”, “Paradise City”, “You're
Crazy”, “Anything Goes”… Y nunca “Sweet Child Of Mine”,
que después muchos
redescubrieron como una gran canción, pero entonces nos tenía “los huevos
rotos” y era “careta”.
Más fuerte sonaban las canciones, más marcaba el velocímetro del auto, más
latas de cerveza se guardaban en el baúl, más nos agarraba la policía, más
amargas que las letras de esas canciones se fueron poniendo las cosas. Una
vez el auto casi se estrella contra una hilera de árboles. Otra vez Diego se
cayó contra la mampara de un baño y quedó tirado en el piso, entre los
vidrios rotos, con un brazo completamente ensangrentado. Pero al otro día
aparecía en la oficina, te guiñaba un ojo y era el más eficiente de los
empleados. Y así todo seguía, como un juego, mientras a mí se me empezaban a
notar la resaca y el desgaste.
En el 92 Diego me pidió que lo acompañara al recital de los Guns en River,
porque él nunca había ido solo a un recital tan grande. Yo no quería saber
nada, más con todo el quilombo que se generó antes de los shows: que iba a
haber lío porque los tipos habían quemado una bandera, que Menem les había
dicho “forajidos”, que los barrabravas los iban a cagar a palos… Nunca
recuerdo cómo llegué a ese recital, en la moto de Diego. Lo que nunca me
pude olvidar es la tensión que había en el ambiente, esa platea en donde se
mezclaban padres con hijos adolescentes, metaleros de vieja escuela y
barrabravas en fumatas al lado de los que vendían maní con chocolate y
binoculares truchos. Y tampoco me olvidé de cómo sonaban los Gansos
entonces, una de las mejores bandas de rock que escuché en vivo, tragándome
lo desagradable que me parecía en sí todo el espectáculo. También es como si
pudiera ver ahora cuando a Axl Rose le rajaron un toallero arrancado del
baño…
La tensión y la efervescencia del recital fueron el principio del fin. Las
fiestas se empezaron a poner densas y aburridas, y yo prefería quedarme
encerrada escuchando discos. Las canciones de los “Use Your Illusion”
sonaban en un auto cada vez más cerca de estrellarse contra cualquier cosa,
o nada más de quedarse varado en cualquier parte. A veces Diego estaba tan
borracho que no podía manejar. Así que dejaba el auto estacionado y yo lo
arrastraba, literalmente, hasta la parada de colectivos más cercana. En la
oficina se habían terminado los jueguitos y las sonrisitas y un día, no sé
si ahí o dónde, yo le dije en seco: “Acá se cortó todo. Yo no me quiero
morir con vos. Seguí así y todo se va a ir a la mierda”.
El acelere, el alcohol y el no parar nunca se cobraron su precio. Yo me
enfermaba de cualquier cosa, en la empresa empezaron los roces y el
chusmerío, una compañera de laburo y otras cuatro personas murieron en un
accidente, cuando salían de un boliche… Los sueldos bajaron… Los días de
“joda” de la empresa se habían terminado. En el 94 me echaron, después de
rajar a toda la oficina de impuestos. Me amenazaron para que renunciara,
pero yo les dije que me iban a pagar sí o sí la
indemnización que correspondía. Un tiempo después lo echaron a Diego, cuando
un mes antes le habían prometido un ascenso. Para entonces ya casi ni nos
hablábamos, la relación se había agriado y yo sabía que la vida de él no
había cambiado demasiado.
Los GNR también se habían terminado. Cuando en el 92 salió “Nevermind” y las huestes grunge arrasaron, los Guns se transformaron en una banda de rock retrógrada, grasa y berreta que todos querían olvidar cuanto antes. Y ya para la época en que Cobain se suicidó los Guns eran prehistoria.
Lo único que seguía en pie era todo el circo de “la estabilidad” y el “1 a
1”, que igual ya empezaba a mostrar los dientes. Pero mientras tanto los
grandes recitales, las traducciones españolas y los discos importados
seguían llegando. En febrero del 95 yo estaba en Buenos Aires, viviendo en
una nube, siguiendo todo el tema de los shows de los Stones. Cuando llegué a
mi casa me enteré de que en esos días Diego había muerto en un accidente. Me
contaron que en la ruta todavía estaban las marcas de las frenadas de la
moto. Decían que no estaba “tan” borracho, que había alcanzado a ver al
camión, pero que venía a mil y no pudo frenar a tiempo. Ni me acuerdo si me
puse a llorar. Solamente me acordé de lo que había dicho Pete Townshend
cuando murió Brian Jones: “Hoy es un día normal para Brian, el hombre que
moría todos los días”.
A los meses me llegó un paquete con todos los discos de los Guns y “Nothing
Is Shocking” y “Ritual de lo habitual”,
de Jane´s Addiction. Me di cuenta de
que eran los discos de Diego porque las cajitas estaban muy arruinadas. En
el 97 viajé miles de kilómetros para poner unas flores en la tumba de Brian
Jones, pero nunca pude tomarme un colectivo para ver la tumba de Diego.
Prefiero, muy de vez en cuando, como si fuese un aniversario o algo así,
escuchar algunas cosas de los Gansos.

Mi amigo de la disquería me dice que el compilado de GNR se “vende bien”,
pero ninguno de los dos sabe con certeza si eso es una catástrofe o un buen
presagio. La visión mediática del grupo no ha cambiado. La NME le da 9
puntos al compilado, la Pitchfork le da 3. Yo estoy convencida de que sin el
hard rock roñoso y pretencioso de los Guns el grunge nunca hubiese llegado a
los rankings. Fue como abonar el terreno. Abonar el terreno con “todo ese
rock californiano de mierda”. El grupo murió clínicamente cuando se fue Izzy
Stradlin'
, uno de los guitarristas rítmicos más “rockeramente finos” que yo haya escuchado. Y volvió a morir cuando reapareció en Rock In Rio.
Ahora, más de vez en cuando que antes, escucho la versión de “Buick
MacKane”, o “Bad Apples”, o la letra de “So Fine”, el tema dedicado a Johnny
Thunders
, que dice muchas cosas que a mí me gustaría decir.

“I’d look right up at night
and all I’d see was darkness
Now I see the stars alright
I wanna reach up and grab one for you

When the lights went down in your house
yeah that made me happy
The sweat I make for you
I think you know where that comes from…”